En el interesante campo del arte, el espontáneo camino de la intuición artística adquiere un destacado lugar. Sobre todo cuando la dinámica y el tiempo de ejecución de una obra exigen una continuidad casi ininterrumpida de acciones y decisiones, tal es el caso del dibujo donde las pinceladas  pueden ser un susurro deslizante o un impactante grito de la noche de la tinta sobre el blanco día del papel.

Este duelo entre el papel y el pincel es una lucha del todo o nada, porque el trabajo espontáneo no permite volver atrás.
En esta región, el lenguaje  gestual de movimientos y encuentros dentro de los cuales se mueve la creación no deja lugar para especulaciones intelectuales sin que el trabajo pierda su calidad de directo y fresco resultado de nuestro subconsciente.

En la acción de arrancarle expresión a la inerte y blanca superficie del papel
con el pincel que se baña en la noche de la tinta creando el dinámico arabesco de la vida, para protagonizar esta aventura sin retorno.
Se puede dibujar el día con los trazos de la noche o en la noche dibujar con la luz del día, y en la penumbra que es una atmósfera de misterio convocar los personajes del sueño que nacen de la creación y vienen de siempre.